Saliéndome del camino keto
y volviendo a él

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Acabo de regresar de unas maravillosas vacaciones: 10 días en una casa de campo familiar en un gran lago en Ontario, parte de la extensión norte de Canadá de lagos transparentes y densos árboles.

En este evento anual en agosto nos reunimos muchas personas: mis padres de 91 años, hermanas, cónyuges, hijos adultos y, cada vez más, sus nuevas parejas, en una reunión familiar intensa, caótica y cercana en la naturaleza. Este año fuimos 24 en su punto álgido.

Nuestro tiempo juntos consiste en tomar el sol y nadar, hacer kayak, paddleboard, hacer senderismo, cantar con guitarras, juegos de mesa y competiciones deportivas (spike ball hizo furor este año), y comida. Montones y montones de comida.

Cottage-sunsetEs el tiempo de cosecha de verano en Ontario y en los puestos de los agricultores en el camino a la casa hay abundancia de comida fresca: papas nuevas, choclos recién cortados, ejotes y arvejas, tomates corazón de buey y todo tipo de frutas: duraznos, ciruelas, damascos, cerezas, grosellas negras, arándanos, moras y más. Y luego están los pasteles caseros y mermeladas hechas con toda esa fruta fresca. Todos llegamos cargados de cosas ricas para compartir.

Siempre hay abundancia de aperitivos por la noche antes de la cena. Se produce una competencia culinaria amistosa entre cada rama de la familia para ver quién pone el mejor festín cuando es su turno de proporcionar la comida principal para la multitud.

Además de la abundancia de comida está el alcohol. El buen vino y la cerveza artesanal abundan. Los gintonics en la terraza, disfrutando de la impresionante puesta de sol, son una antigua tradición familiar.

Los desafíos

Sabía que al entrar en este festival de diversión familiar iba a ser muy difícil seguir en keto. En los últimos años, sin embargo, cinco de los 24 hemos adoptado una alimentación keto con importantes mejoras de salud y pérdida de peso. Sabía que no estaría sola en mi desafío de seguir comiendo bajo en carbohidratos entre el exceso de opciones.

Los gintonics fueron fáciles: los que hacemos keto lo sustituimos por club soda con un chorrito de lima en lugar del tónico azucarado. Cuando por error di un sorbo a la antigua versión, sabía repulsivamente dulce. Nuestra nueva y fresca versión incluso convirtió a personas que no hacen keto. La composición de la bebida cambió; las puestas de sol siguieron siendo fabulosas.

Afortunadamente pude evitar las papas nuevas (en ensalada de papas, asadas con ajo o al vapor con mantequilla y hierbas). Las papas son mi debilidad, así que sabía que no debía permitirme ni un mordisco o me arriesgaba a salirme del camino. También fue fácil evitar la mayoría de los panes.

Pero sí tuve deslices, al igual que mis otros parientes que hacen dieta cetogénica: cervezas frías después de un torneo de spike ball; mermelada de grosella negra en tostadas gruesas de siete cereales; frescos y jugosos duraznos; pasteles de arándanos y cerezas; maíz joven y dulce en la mazorca untado con mantequilla. Nos miramos los unos a los otros, preguntando con nuestros ojos: “¿Te lo vas a comer?”. En lugar de encontrar seguridad en el grupo, había riesgo. Si uno se daba el capricho, socavaba la determinación de los demás.

Pagando el precio

cottage-dinner-tablePero luego pagué físicamente el precio. Pude sentirlo. Me sentí somnolienta y floja. Tenía el estómago hinchado e incómodo. Mis alergias empeoraron a medida que avanzaba la semana. Las bandas elásticas de la cintura en los pantalones cortos estaban demasiado ajustadas. Me sentía obnubilada y letárgica (mi tiempo de reacción y mi rendimiento jugando a spike ball disminuyó).

Sabía que había ganado peso, pero no estaba segura de cuánto hasta que volví a casa esta semana y me subí a la báscula. Hasta seis libras (3 kg) en 10 días. Y 5 cm (2 pulgadas) de cintura, quizá algo debido a lo hinchada de me sentía. Me medí el nivel de azúcar sanguínea en ayunas justo antes de llegar a casa y estaba en mi punto más alto que nunca: 117 mg/dl (6,6 mmol/l).

Fue la primera vez que me salí del camino en un año. La última vez fue también en la casa de campo.

Mi amiga cercana Denise, que lleva haciendo dieta cetogénica desde el invierno pasado, tuvo una experiencia similar este verano que me relató en un correo electrónico reciente:

“Acabo de llegar a casa de una maravillosa fiesta en el jardín. Hermosos jardines, bar abierto, un montón de deliciosos refrigerios. Decidí disfrutar y comer todo lo que había: pollo con mantequilla en naan del tamaño de un bocado, salmón ahumado en minilatkes de papas, sándwiches de pepino pequeños, bistecs poco hechos en tostadas… y así sucesivamente. Muchos carbohidratos. ¡Me dejé llevar por todo y ahora me siento muy mal! Me siento como con resaca. Estaba mareada y débil y solo quería volver a casa. Creo que necesito irme a la cama temprano. Ugh. No lo haré nunca más. La comida fue maravillosa, pero ¡no merece la pena!”.

Aprendiendo de los deslices

Estoy de acuerdo. Pero aprendí mucho

Uno podría pensar que estas experiencias son contratiempos en nuestro camino bajo en carbohidratos o prueba de nuestra debilidad y posibilidad de cometer errores. Uno podría comerse la cabeza por no seguir la dieta. Pero aquí está lo que me hace ser optimista y tener nueva determinación: pude recuperarme rápidamente. Y me siento mucho mejor. Esto hace que los beneficios de esta forma de comer sean muy evidentes y aplicables.

Tan pronto como llegué a casa, volví a comer de forma keto. Mi cabeza se aclaró. Mi instinto se asentó. La energía volvió. El sueño mejoró. El nivel de azúcar sanguínea en ayunas volvió al rango normal. Tardé tres días en volver a cetosis, pero ahora, en el día 4, estoy nuevamente en la zona óptima según un medidor de cetonas y me siento genial. Bajé casi dos kilos en cuatro días y estoy segura de que volveré a mi peso anterior a la casa de campo en un par de días.

En lugar de sentirme débil, me siento fortalecida. Sí, puedo ganar peso (fácilmente) pero también puedo perderlo. Ahora sé cómo y por qué. Y puedo sentir y ver con claridad los riesgos y beneficios. Puedo pesar en la balanza, y en la báscula, si vale la pena.

A menudo se critica la dieta cetogénica en la literatura médica por ser demasiado restrictiva y demasiado difícil de mantener. Poco realista para la gente normal. Y, sí, en situaciones inusuales como una gran celebración con toda la familia o eventos especiales como fiestas y la Navidad, puede ser difícil.

Pero en vez de verlo tan difícil, lo veo de una manera nueva: realmente es fácil volver a entrar en cetosis nuevamente. Y la diferencia de cómo te sientes hace que sea aún más motivador volver a sentirse bien.

Me hizo pensar en los osos que vemos a veces en la casa de campo, a menudo atiborrándose de moras junto a la carretera en agosto. Ellos empacan la grasa con los carbohidratos de fruta fresca, y luego caen en su sueño invernal e hibernación, viviendo de esa grasa hasta que emergen delgados en la primavera para alimentarse una vez más.

Creo que ese patrón es probablemente la forma en que nuestros ancestros antiguos existieron, también, festejando con fruta en la temporada de verano, y luego volviendo a la subsistencia con alimentos bajos en carbohidratos durante el resto del año. Así que acepto la casa de campo, como un oso, y no me reprendo a mí misma por los carbohidratos estacionales que me permití.

Pero ahora, he vuelto a comer keto para el resto del año. Más motivada que nunca. Y tal vez el próximo año habrá aun más keto convertidos alrededor de la mesa.


Anne Mullens

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